lunes, 14 de enero de 2008

El diabólico Henry Gale

Tras ver el capítulo 17 de "Perdidos" titulado "Toda la verdad" no puedo evitar hacer cábalas sobre quien podría ser Henry Gale. Aunque el fin del capítulo con el descubrimiento por parte de Sayid de un cadáver identificado como Henry Gale pone en evidencia que el tema a tratar será el de la suplantación de la identidad, un mínimo detalle del episodio me lleva a pensar que el papel de Michael Emerson podría relacionarse con los de Anthony Perkins en "Psicosis" y Tony Curtis en "El estrangulador de Boston" o, en otro sentido, los de Kevin Spacey en "Sospechosos habituales" y Edward Norton en "Primal Fear".

La aparición de Gale pone en alerta al grupo de supervivientes acosado por la amenaza externa de los Otros. La manía indagatoria del personaje y sus comentarios sibilinos a Locke sobre el trato vejatorio del presunto líder, Jack, le hacen parecer antipático y sospechoso a ojos del espectador que secretamente aprueba el ensañamiento al que se le somete. Por otra parte, la blanda fragilidad que exhibe resulta ser excesivamente obvia y detestable. Gale juega al rol de víctima, el fondo equívoco de su persona, el brillo húmedo de sus ojos, la entrega sin resistencia o quizá su debilidad ab initio, desde el mismo momento de su aparición, atrapado en una red como una pieza que se ofrece al cazador logra atraer al victimario y procurarle un objeto apto para ejercer su sadismo. Gale podría ser el cordero que, elevado como víctima a los altares, redimiera al grupo de su cautiverio en la isla cercado por la amenaza de los Otros porque es el ejercicio de la violencia y no el de la piedad el que procura la liberación.

Después de que Sayid se descubriera incapaz de obtener la verdad del prisionero a pesar de sus métodos expeditivos, se hizo necesaria otra prueba de la identidad de Gale. Mientras que el grupo se desempeña en la selva para encontrar, de acuerdo con las indicaciones del prisionero, los restos de su pasado que confirmen la veracidad de su historia, en el refugio tiene lugar otra puesta a prueba paralela y no buscada. Locke, atrapado bajo una de las compuertas, no tiene más remedio que confiar en su prisionero para desactivar el mecanismo del refugio. Pero, tratando de alcanzar el conducto de ventilación, Gale se cae y pierde el sentido. Al recobrar la conciencia balbucea frágil y da la sensación de estar confuso y perdido. En este punto la composición del personaje (el de Emerson y, quizá, el de Gale) se me hizo familiar, quizá por su demasiado evidente fragilidad unida a la duda que planea sobre él, y recordé aquellas otras citadas.

Si Gale no es quien dice ser podría ser que ni él mismo supiera a ciencia cierta quien es, podría ser un desconocido incluso para sí mismo porque si no sabe de dónde viene tampoco será capaz de orientar a los náufragos o al espectador en su errabundeo. Gale sería entonces un ego débil, una identidad quebrada, necesitada de una reconstrucción, un alma perdida más en la isla. Si por el contrario Gale fuera el personaje de un personaje, si jugara a la doble encrucijada, si las tornas giraran y se revelara en verdugo y cazador, en una mente maquiavélica y omnicomprensiva que urde tramas y pergeña planes desde las sombras como el sádico Aaron o el enigmático y fullero Roger 'Verbal' Kint, si su entrada en escena fuera una maniobra orquestada para hacerse con el liderato del grupo, una hábil jugada en la que carta a carta, con ardides y fullerías, como Sawyer y Jack se juegan el liderato frente al grupo con un póker simbólico cargado de resonancias, pretendiera hacerse con el control, entonces el revelado del verdadero Henry Gale podría no sólo remover todas las certidumbres de poder en la isla sino también descubrir el reverso de toda figura paterna, el "diabolos", el Anti-Cristo que desune las alianzas y derroca los bastones de mando y, a través de las grietas de la separación, abisma al individuo al fondo de azar de su existencia.

Aunque todo apunta al cumplimiento de esta última, la hipótesis de una identidad quebrada podría ser no menos interesante. La introducción de una personalidad disociada permitiría mantener el misterio sobre los Otros y de manera racheada, a medida que su esquizofrenia revelara su otra cara, dar vislumbres del origen oscuro que sin lugar a dudas, con independencia de su conocimiento o desconocimiento, tiene el personaje. Entonces Gale sería como Albert, el protagonista de "El estrangulador de Boston", un desconocido para sí mismo. Albert, el respetable padre de familia horrorizado con el magnicidio del presidente, que descubría como por fogonazos en su cara a cara con la Ley personificada en Henry Fonda, sus más oscuros y reprimidos instintos, el reflejo tenebroso contra el que no puede enfrentarse sin menoscabo de su integridad, perdido en un estado catatónico, encerrado en una blancura ilimitada y sin accidentes como sugiere el último plano, en un castigo poético para los que aciertan a ver demasiado en el pozo ciego del ego.

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